
Con tan solo 25 años murió envenenada por el malvado de su esposo, que nunca la amó. La reina, todas sus penas las compartía por cartas con los Franciscanos de Jerez y en una de sus cartas comentó que si algún día le sucedía algo quería ser enterrada en la Iglesia de San Francisco de Jerez y así cumplieron su voluntad, gracias a los Franciscanos que lucharon por ello.
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